Eo es un sitio relativamente tranquilo, lejos de las zonas de marcha de la Costa del Sol que buscan los más jóvenes en torno a Marbella.
Desde Benalmádena son casi 40 millas y al ser una distancia considerable, pensamos un plan de viaje en dos etapas.
Salimos por la tarde rumbo al faro Calaburras para fondear en la Cala de Mijas y pasar la noche allí. Así podíamos salir al día siguiente con un buen tramo ya hecho.
Ante la falta de viento tuvimos que hacer todo el tramo a motor y llegamos sobre las 20.30 para fondear frente al único edificio prominente que se veía desde la cala, el Hotel Costa del Sol, en una playa de arena solitaria y muy tranquila sin las molestias de las motos acuáticas, paracaidistas, y demás artilugios playeros.
Con un ligero viento del Este que fue rolando por la noche a Noreste pudimos estar bastante bien e intentar dormir.
Lo mejor poder ver el amanecer con la salida del sol. Una sensación muy especial.
Después de desayunar salimos a las 08.30 sin apenas viento a motor saliendo de la cala y sorteando algunos palangres y cajas de pesca cerca de Cabo Pino.
Al rato empezó un viento suave de levante que nos permitió apagar el motor y sacar todo el velamen, adando a unos 2 nudos rumbo a pasar Marbella.
Las previsiones eran de unos 10 nudos de levante constante y el viento de popa nos ayudó a avanzar hasta que al medio día ya se hizo un poco más fuerte al estar también situados a casi 7 millas de tierra.
Decidimos arriar la mayor aproándonos y continuar sólo con el génova, ya que el mar empezaba a formarse y no teníamos prisa.
A las 15.00 ya estábamos pensando en el destino. Sotogrande nos exigía desviarnos más hacia lo hondo con más viento y más olas. Estepona nos acercaba a la costa pero en un rumbo de través con olas incómodas y La Duquesa nos permitiría conocer un puerto nuevo aguantando el mismo rumbo.
Llamamos a la Duquesa a las 16.00 y amablemente nos atendieron muy bien, dándonos un amarre muy grande en la zona alejada de los bares de los ingleses que por la noche armaban un poco de jaleo a pesar de toda la tranquilidad de la zona.
Un amarre en temporada alta 29.00 euros para el Locura
El puerto está muy bien, agradable, limpio, pequeño y acogedor. Hay bastante gente que vive en los barcos o pasa allí sus vacaciones.
En su mayoría son extranjeros que pasan totalmente desapercibidos sin los ruidos y las voces que suelen dar los mal educados habituales en otros sitios.
La vuelta a Benalmádena
Al día siguiente decidimos volver a casa. Después de haber pasado una noche estupenda, salimos a las 10.00 tranquilamente para alejarnos una milla a motor del puerto y encontrar ya un poco del levante suave que no había formado por suerte nada de mar de fondo.
Sacamos todas las velas y pudimos navegar ciñendo el levante .
Empezamos el bordo y al final tuvimos mucha suerte porque no hizo falta cambiar en casi 25 millas, pasando todo el golfo de Marbella.
A las 13.00 el viento empezó a subir, llegaron los primeros borreguitos y pusimos primero un rizo y luego dos a la mayor, y mientras hacíamos la maniobra vimos un montón de delfines que nos vinieron a saludar.
Aprovechamos para quitar el génova y comer tranquilamente nuestros filetitos de pollo sólo con la mayora dos rizos, el piloto automático que nos mantenía el rumbo y los delfines
A las 15.00 se preveían las mayores rachas de levante que con los abundantes borreguitos llegarían a los 15 nudos.
Aprovechamos para sacar todo el génova y avanzar a 5 nudos en un bordo exigente que manteníamos con atención hasta que reducimos el génova también para ir más tranquilos hacia el final del bordo que nos marcaba en la costa el Hotel Don Carlos de Marbella.
El viento fue disminutendo hacia la tarde y ya tuvimos que empezar a hacer bordos para remontar una fuerte corriente de levante que llegaba del faro Calaburras.
Al final tuvimos que encender nuevamente el motor , porque no merecía la pena estar ciñendo sin apenas avanzar.
Así atravesamos la bahía de Fuengirola totalmente en calma como si fuese un lago y llegamos a Benalmádena a las 12.30 de la noche.